Un estudio del CONICET afirma que el estrés prolongado acorta la vida

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Un grupo de científicos liderados por los doctores en bioquímica del CONICET Diego Rayes y María José De Rosa, caracterizaron por primera vez lo que sucede a nivel molecular durante la persistencia al estrés en un modelo de gusanos, Caenorhabditis elegans. El trabajo, que se publicó en la revista Nature, deja planteada la intriga sobre la posibilidad de que estos mecanismos moleculares estén, al menos parcialmente, implicados en otros animales, incluidos en humanos.

El estrés no es solo patrimonio de los seres humanos. Así como las personas pueden sufrirlo por mudanzas, un examen o desempleo, los animales en la naturaleza también están expuestos a situaciones estresantes. Algunas de estas situaciones, como por ejemplo el ataque de un predador, aparecen de manera abrupta y requieren una respuesta rápida, de corta duración y energéticamente muy demandante, como lo es la respuesta de huida o lucha.

A su vez existen demandas ambientales mucho más graduales -cambios en temperatura ambiental, en humedad, estrés oxidativo, ausencia de nutrientes- que requieren estrategias adaptativas más progresivas y persistentes, en las cuales el sistema nervioso central coordina la activación de respuestas protectoras en células específicas del organismo para lograr adaptarse al estrés y sobrevivir. En varios animales, incluidos mamíferos, se ha reportado que la perpetuación de la respuesta de escape disminuye la capacidad de responder a estresantes ambientales, aumenta le prevalencia de enfermedades asociadas a la edad y disminuye duración de la vida. Sin embargo, el mecanismo molecular subyacente era prácticamente desconocido en cualquier animal.

Los animales se adaptan al estrés dependiendo de la naturaleza y la duración del estresante: los estresantes agudos desencadenan la respuesta de escape o lucha, una respuesta sistémica rápida que le permite al animal realizar un esfuerzo físico máximo; los estresantes ambientales, que suelen aparecer más gradualmente, en general activan mecanismos neurohumorales que permiten coordinar la percepción del estresante con los mecanismos de comunicación intercelular, o sea, decir qué células deben responder y cuáles no.

“Eso permite que la respuesta sea gradual y que no reaccionen células que no es necesario que reaccionen –subraya Rayes-, para que no tengan tanto costo o gasto energético”. Pero, cuando la respuesta de escape se perpetúa, el animal deja de tener posibilidad de responder a nivel celular a otras situaciones estresantes habituales –como los cambios de temperatura, la falta de oxígeno, o el déficit nutricional-, y contrae enfermedades relacionadas con la edad muy temprano, o sufre un deterioro general de la salud.

Este equipo de científicos llevó adelante la caracterización molecular de ese suceso, en el modelo de gusanos C. elegans: “Así como nosotros liberamos adrenalina, en su respuesta de huida o lucha el sistema nervioso de estos gusanos libera tiramina. Y si bien esa tiramina en el gusano es importante para que el animal pueda escapar de un predador, cuando esa liberación se perpetúa impide que las células que tendrían que responder al estrés ambiental respondan. Por esa razón se produce ese efecto que se ve en todos los animales, perjudicial para la salud, y que viven menos”.

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