Tras la pista de los dinosaurios del Litoral

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Sebastián mira el plato recién servido a la mesa. Es pollo asado. Es viernes, y el fin de semana casi se puede tocar con la punta de los dedos. El entusiasmo le crece por dentro y mientras mira de reojo a su papá, sentado en la cabecera, dispara: “¿Sabían que nos estamos por comer a un dinosaurio?”.
El comentario no sorprende, pero roba por un momento la atención de la familia, dispuestos a hincar el cuchillo en la carne blanca y tierna recién horneada. “Mañana vamos de nuevo”, es la escueta afirmación del padre.
Con sus cortos 10 años de vida Sebastián ya tiene claro haber descubierto su pasión: los dinosaurios. Y esperaba cada fin de semana para reafirmar su vocación cuando su papá lo llevaba de excursión al Museo de Ciencias Naturales. Aunque al señor le interesaba poco y nada el tema, alentaba a Sebastián a seguir los pasos que la curiosidad infantil le dictaba. Y así, con el diario bajo el brazo, se acomodaba en la cafetería del Museo cada sábado por la mañana a la espera que su niño terminara su investigación de la semana, siempre en el mismo lugar.
Sebastián Apesteguía está cerca de cumplir 50 años, con más de 30 dedicados al estudio de los dinosaurios en la Argentina. Es investigador del CONICET y visitó Corrientes en mayo pasado, junto a otros 150 expertos que se reunieron en la provincia para las Jornadas Argentinas de Paleontología.
En una extensa y didáctica charla, recordó cómo empezó a acercarse a la temática que lo llevó a publicar unos 50 trabajos (cada uno sobre un hallazgo de dinosaurio), y también descorrió algunos velos sobre una disciplina tan atrayente como misteriosa que no deja de sorprender a la humanidad: cómo era el mundo y cómo los seres que lo habitaban en la prehistoria.
“Crecí a principios de los 70’ y entonces había muy poco material sobre dinosaurios. Casi nada de lo publicado mostraba la existencia de ellos en nuestro país. Entonces, crecí sabiendo los nombres de los dinosaurios de Norteamérica y Europa, pero no de los nuestros. Al principio los dibujaba todo el tiempo”, recuerda.
Pero fue cuando ingresó como voluntario al Museo Argentino de Ciencias Naturales cuando se encontró con paleontólogos como José Bonaparte (el profesional con mayor número de especies de dinosaurios publicados en el mundo). Y al comenzar a trabajar con él, esa pasión hasta entonces amateur se fue convirtiendo en ejercicio más real de la investigación en terreno. “La mayor parte de los yacimientos que trabajamos hoy son los que descubrió él”, destaca Sebastián al recordar a Bonaparte.

Gualicho, Buitre Raptor y Alnashetri
Entre las más de 25 especies que lleva descubiertas y publicadas, una de las más enigmáticas (aunque no su favorita) es sin dudas “Gualicho”.
A “Gualicho” se lo suele comparar con el famoso Tyrannosaurus Rex, que habitó exclusivamente el hemisferio norte. La diferencia está en su tamaño: Gualicho era mucho más pequeño. Era alto como una persona adulta ya que medía 1.70, y su longitud desde el hocico a la cola rondaba los 6 metros. Tenía brazos cortos, con dos dedos y era increíblemente ágil y veloz.

LA CITA

  • "Al dinosaurio lo perdimos. Y no volvimos a saber nada hasta que leímos en los diarios que lo había “levantado” otra gente".

“Fue un hallazgo muy especial. Fue interesante porque fue muy difícil entrar en ese campo. Y una vez que entramos, lo descubrimos un martes 13. A la semana siguiente, volcamos la camioneta en la viajábamos hacia la campaña y tuvimos que suspenderla. Cuando quisimos volver al año, ya no nos dieron el permiso para volver a trabajar”, recuerda ahora. Fue entonces cuando “al dinosaurio lo perdimos. Y no volvimos a saber nada hasta que leímos en los diarios que lo había “levantado” otra gente. Desde que lo descubrimos y pudimos reclamarlo y publicarlo pasaron 10 años”; explica el experto.

Quizás es por eso que Sebastián le tiene más cariño a otros de sus hallazgos: “Buitre Raptor” o “Alnashetri”.
“A Buitre Raptor lo encontramos en la zona conocida como “La Buitrera”, también en Rio Negro. Es genial, porque está completito. Es el más completo en su tipo y nos permitió realmente conocer como era ese linaje de dinosaurios”, destaca con orgullo. “De Gualicho sin embargo nos faltan muchas “figuritas” dentro de su anatomía: no sabemos cómo era la cabeza, aunque hemos esbozado un cráneo en base a lo que conocemos de los parientes más cercanos. Pero ese animal está en un 50 por ciento”, compara.

Tras la pista de los dinosaurios del Litoral

La ruta de los dinosaurios
Cada vez más turistas y científicos de todo el mundo orientan sus pasos para conocer La Ruta de los Dinosaurios, hacia parques temáticos y centros de interpretación, desde la provincia de La Rioja hacia el sur argentino, pasando por Mendoza, San Juan, San Luis, Rio Negro, Neuquén, Santa Cruz y Chubut: unos más de 1200 kilómetros de geografía argentina que trasladan a los viajeros hacia la prehistoria. También Buenos Aires concentra ofertas temáticas sobre los hallazgos del país.

 

LA CIFRA

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    Durante más de 30 millones de años, después que se extinguieron los dinosaurios, Sudamérica y la Antártida formaron una especie de isla única.

Y la tendencia de mirar hacia Argentina como una referencia en el mundo sobre el tema crece a pasos agigantados también en ámbitos académicos.

Para Sebastián Apesteguía, nuestro país “es una potencia paleontológica, pero esto no es nuevo. Dentro de poco se cumplirán 200 años de la primera publicación paleontológica argentina. No somos solo un proveedor de huesos”, sentencia el experto.

Tras la pista de los dinosaurios del Litoral

“Somos un proveedor de científicos y de ideas, porque nuestra historia en paleontología es antigua”; asegura. Para él, el primer referente para citar es Francisco Muñiz, el mismo médico por el cual se nombra a uno de los hospitales de Buenos Aires y quien “además de ser médico también le encantaba la paleontología. Era una persona inquieta y curiosa. Trabajó en primeras ideas de vacunas hechas en Argentina,  para que no hubiera que importarlas de Inglaterra. Él hizo las primeras publicaciones”, asegura Apesteguía. Como Muñiz, otros referentes para él son “los hermanos Ameghino”, cita.

Sin embargo, para uno de los científicos contemporáneos con mayor renombre en su campo, “Argentina no tiene más dinosaurios que otros lugares del mundo”. Y va aún más allá, ni siquiera la Patagonia habría estado habitada por más dinosaurios que otras regiones del país.

De hecho, la ponencia que presentó Apesteguía en las Jornadas Nacionales sobre el tema versó sobre la existencia dinosaurios en el litoral argentino – uruguayo, entre la Patagonia y Brasil.

“Tenemos buenos estudios hechos y grandes posibilidades de descubrir cosas nuevas por una característica que quizás en otros aspectos no sea una ventaja: el 70 % de nuestro suelo es árido. Nos recorre una franja donde se ve el suelo desnudo, llamada la diagonal árida. Así en el noroeste y en la Patagonia vemos la roca directa y los huesos están ahí”, explicó.

Pero sin embargo, asegura que ni Brasil tiene menos dinosaurios que Argentina, ni esta parte de nuestro país estuvo en la prehistoria habitada por menos cantidad de seres del pasado que otras partes. “Lo que pasa es que tiene demasiada vegetación encima, entonces cuesta más encontrar cosas”, aclara.

En el vecino país carioca la construcción de autopistas en los últimos tiempos llevó a precipitar el hallazgo de muchos dinosaurios y otros animales de esa época. Y algo similar bien podría pasar en nuestra región.

“No hay que cegarse en buscar solo dinosaurios, porque la historia de la vida es mucho más que eso. Existió vida antes y después. Hay maravillas escondidas en la vida de esta región”, determina al ser consultado sobre la posible existencia de esos gigantes del pasado en nuestro suelo.

“Muchos no saben que durante más de 30 millones de años, después que se extinguieron los dinosaurios, Sudamérica y la Antártida formaron una especie de isla única, en la que evolucionaron animales que no existen en ningún otro lugar del mundo y son rarísimos”, destaca.

Entre esas especies se cuentan a los armadillos – conocidos por nosotros como tatús mulitas – y sus parientes gigantes: los gliptodontes. También hubo marsupiales carnívoros, serpientes de 18 metros de largo y cocodrilos totalmente terrestres.

“Es parte de eso lo que se está encontrando en el Toropí en Bella Vista, donde científicos correntinos trabajan desde hace tiempo con éxito en el hallazgo de especies únicas”, destaca Apesteguía. “Toda esa fauna increíble no existía en otros lugares del mundo”.

El resultado del trabajo en el Toropí, con el paleontólogo Alfredo Zurita a la cabeza, es para Apesteguía “resultado de años de investigación que empezó en esta zona Rafael Herbst. Estos investigadores están cambiando la cara de la paleontología en la región. Ahora se conoce mucho más, se trabaja con métodos más modernos, y sus aportes permiten poner un ojo mucho más agudo sobre las cosas que pasaban acá en el pasado”, sostiene.

¿Dinosaurios en el Litoral?
“Cuando uno lo ve a simple vista este territorio, por su llanura y pocas elevaciones, puede suponer que es aburrido. Pero es una apariencia engañosa”, asegura Sebastián. El litoral tiene “mucha complejidad en el subsuelo, y zonas donde hay roca expuesta incluso de los tiempos dinosaurios. Hay que estudiarlo con cuidado”, determina.
En nuestra provincia, Apesteguía señala la zona de los Tres Cerros en La Cruz como una región “donde está aflorando la roca de unos 120 o 130 millones de años, de plena época de dinosaurios, cuando todo esto era un desierto. La mayor parte de su capa está en el subsuelo, pero en ese punto preciso se levantó y la roca está visible. También hay rocas de esa época hacia el sur, en Entre Ríos”, detalla.

Para contextualizar ofrece otro poco de conocimiento en tono de clase fascinante: “los movimientos de las placas tectónicas – el mismo movimiento que originó la formación del océano Atlántico y muchos otros similares – hacen que las rocas que están debajo emerjan en algunas partes. Cuando se mueve parte de la cuenca y levanta un bloque, ahí contiene rocas del pasado y los organismos que vivían en ese momento. Los dinosaurios habitaban todo el planeta. No hay continente donde no se haya encontrado alguna evidencia de su existencia. Encontrarlos no depende de que hayan existido, sino de las condiciones más o menos favorables para encontrarlos”, aclara.
“Si el Paraná hubiera sido la fractura definitiva para la formación de Océano (y no solo una falla geológica) toda esta región formaría parte de África. La riqueza paleontológica bien puede ser similar”, subraya al final.

Pasar la herencia
Aunque la escena del almuerzo con un pollo asado sobre la mesa no existiera en “tal cual” en la realidad, Apesteguía no estuvo lejos en su historia personal. “Sabemos positivamente que todas las aves son dinosaurios. Desde el colibrí, hasta el ñandú y el gorrión descienden de ellos, del mismo linaje. Pero eso es algo que sabe ahora, después de décadas de estudio.

“Todo científico sabe que su trabajo es perfectible. Que nadie tiene la palabra final. Por eso mirar y volver a mirar sobre lo que otros estudiaron tiene tanto valor”, dice Apesteguía. En su historia personal, eso le valió becas de estudios y reconocimientos en distintos países del mundo, por ejemplo Francia.
Pero en este caso, con toda la humildad de la gente que hace cosas grandes y deja huellas, se refiere a la importancia de cultivar la pasión por la ciencia en las nuevas generaciones.
Pero Apesteguía no solo piensa y cree eso, sino que lo lleva a la práctica. Invitado por él, asistió a las jornadas nacionales en Corrientes un chico formoseño de 12 años, que ya había ido a conocerlo acompañado por sus padres en una conferencia que dictó en Brasil en el verano.
“Es fanático de la paleontología y por primera vez vive unas jornadas”, expresó con entusiasmo el especialista. De la experiencia destacó no solo el interés del chico – ya que son muchos a quienes les atrae la temática – sino el “aguante de los padres”.
“A mí me pasó lo mismo. Mi mamá era empleada de comercio y mi viejo abogado, los dinosaurios les importaban un pepino. Pero todos los fines de semana me llevaban al museo de Ciencias Naturales para que yo recorriera, anotara, preguntara o dibujara todo lo que quisiera. Esa también es una forma de apoyar”, subrayó.