Susurradores, cuenteros y campeones en el Doctor Montaña

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En el colegio católico del Santísimo Sacramento del barrio Doctor Montaña, los alumnos más grandes son guías de lectura y aprendizaje de los más pequeños. Hay maestros que recorren las aulas con libros viajeros. En el recreo, el punto de reunión para contarse los “chismes” del día no es el patio, sino la sala de lectura que los mismos estudiantes ayudaron a construir. Los árboles del exterior tienen follaje, pero dentro de los salones también hay árboles,  que tienen ramas y hojas hechas de frases y fragmentos de poesías.

La magia parte desde la biblioteca, nombrada como “Pbro. Jorge Antonio Scaramellini”. El espacio, un poco escondido tras un pasillo lateral en el exterior del edificio, se “transformó” en los últimos años en lugar preferido de la mayor parte del estudiantado y en un portal hacia mundos que nadie pensaba que se podrían descubrir desde allí. Su esencia se esparció hasta los demás rincones de la escuela, un predio rodeado de verde donde el pleno apogeo de la primavera literaria en septiembre, en la semana de la maratón de lectura.

Susurradores, cuenteros y campeones en el Doctor Montaña

Algunos personajes, casi de fábulas, surgieron de esos entretelones: son cuenteros, otros susurradores, y hasta dos campeones que rompen récords a nivel nacional por la cantidad de libros leídos en pocos meses.

LA CITA

  • - ¿Qué hace ese niño todo el día, pegado a la pantalla? ¿Otra vez con los jueguitos? - No, no. Está leyendo.

El diálogo se escucha a menudo, en esa escuela y también en la casa de los niños que allí asisten, donde – desde que ingresan a jardín – son suscriptos de manera automática como socios de la biblioteca escolar.

En pocos años, una bibliotecaria llamada Virginia Sandoval – con la estratégica colaboración del cuerpo docente – logró cambiar el estereotipo tradicional que pesa sobre estos espacios cargados de conocimiento. “Puede atraerlos o no, pero no aburrirlos”, opina Virginia.

Ahora se transformó en “una biblioteca social. La trasferencia de información es por los libros, pero también en el diálogo, en el compartir historias, en el relatar de lo cotidiano. La primera regla es que los alumnos no deben pedir permiso para entrar. Es su espacio. Eso sí, todos tienen que saludar”, relata Virginia, bibliotecaria de profesión y a la vez egresada del establecimiento donde ahora trabaja.

Cursó allí desde jardín de infantes hasta la secundaria, y ahora en su vida laboral, ejerce su profesión y también lleva allí a su niño. Quizás, en parte las transformaciones que se consiguieron tengan que ver con el cariño que esta docente, todavía con la voz aniñada, el rostro con pecas, bajita de estatura y cargada de energía, comparte por el colegio donde creció y ahora trabaja.

Susurradores, cuenteros y campeones en el Doctor Montaña
Susurradores, cuenteros y campeones en el Doctor Montaña

“Cuando egresé presenté un currículum. Y cuando la bibliotecaria que estaba pidió una licencia, me llamaron. Desde el principio nos propusimos hacer la mayor cantidad de actividades relacionadas a la lectura que pudiéramos”, recuerda.

Virginia recibió a Crónicas de Agua en un día especial por partida doble: el aniversario de 30 años de la institución, y el cierre de la Maratón de Lectura.

El patio del lugar se había convertido en una kermesse. Una vez terminada la misa – se trata de un colegio privado católico – los audio cuentos comenzaron a sobar en parlantes para quien quisiera escucharlos, las paredes estuvieron cubiertas de adivinanzas, y de los techos de las galerías colgaban guirnaldas con libros de cuentos.

Un cantero de flores se transformó en una “laguna” imaginaria para pescar frases. Y los chicos del cuarto año, salieron por las galerías y los pasillos, munidos de tubos de cartón muy largos, a “susurrar” poesías a oídos desprevenidos.

“Los alumnos del cuarto año están muy involucrados: desde 2017 comenzamos con el proyecto de organizar una obra de títeres para los niños de la primaria. Y desde entonces su participación es muy activa. Los nombramos “mediadores de lectura”, así es que son ellos quienes hacen de puente entre los libros y los lectores más chiquitos. Los guían, recomiendan, estimulan. Socializan la lectura”, relata la bibliotecaria.

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Marketing literario

La maratón de lectura y la semana de la lectura son dos actividades que se impulsan desde su origen por la Fundación Leer, y aunque no es una actividad obligatoria de manera programática, muchísimos establecimientos en todo el país la incorporaron a su calendario de actividades. Sin embargo, con la impronta personal de Virginia, en el Santísimo Sacramento estas iniciativas creativas tienen lugar todo el año.

“Esto requiere de márketing”, dice risueña. “La biblioteca nunca está vacía. Colocamos aromatizantes de ambiente, para que se sienta confortable y los chicos se quieran quedar. Hicimos, entre todos, un espacio propio y colorido. Y los alumnos se fueron involucrando”, asegura. En 2018, los estudiantes de sexto año orientaron un proyecto sociocomunitario hacia la biblioteca. “Consiguieron los fondos para ampliar el lugar y construir una sala de lectura”, apunta.

Virgnia no se atribuye el mérito de la convocatoria al lugar. “Tengo claro que el rol de la bibliotecaria tiene que ser el de un servidor para alumnos y docentes. Una persona dispuesta y amigable, a guiar y entender la necesidad de cada uno”, opina.  De todos modos, hay reglas que cumplir. “Los libros de literatura se prestan por siete días, con renovación. Desde que ingresan, se carga la ficha de los alumnos en el software Aguapey. Todos son socios, incluso los jardineros”, destaca.

Los más asiduos lectores son los niños de la primera. “Muchas de las actividades que hacemos son para ellos. Comenzamos con algo tan sencillo como visitar los cursos con una valija cargada de libros. Los vamos a buscar, y después ellos vienen”, explica.

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Y aunque se trata de una escuela con gestión privada, “la cuota es muy accesible, y no siempre hay presupuesto para comprar y renovar los títulos de la biblioteca. Tampoco es frecuente que el Estado provea de bibliografía. Así, nos acercamos a la plataforma de lectura gratuita que ofrece la fundación Leer, y abrimos todo un mundo que no esperábamos”, cuenta Virginia.

La posibilidad de acceder a libros a través de distintos dispositivos permite seguir formando nuevos lectores. La plataforma “Leer 20-20. El Desafío” ofrece una biblioteca digital para que los chicos lean más de una forma divertida.

LA CITA

  • “Este año, los alumnos de entre 4 y sexto grado, leyeron unos 3700 libros entre abril y septiembre”, enumera Virginia. La cifra duplicó la del 2018, cuando habían leído 1200 libros.

“Son especiales los chicos de esta edad, son curiosos y se entusiasman. Admiten que les gusta más leer en papel, aun cuando son nativos digitales. Pero encontraron una dinámica muy atractiva en la plataforma y nosotros los acompañamos”, explica.

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El sistema que propone Leer, habilita a los docentes a acompañar el proceso. “Se genera una aula virtual con capacidad de 50 alumnos. Los chicos se pueden registrar con un código de acceso, pero eso lo pueden hacer también los padres. No es requisito que sea desde una escuela”, aclara. A modo de tarea, desde la biblioteca se invitó a los niños a generar, junto a sus padres, sus propios perfiles de usuario y códigos de acceso. (Ver más en https://desafio.leer.org )

“Encuentran libros categorizados por edad. Son títulos nuevos, modernos, que se renuevan cada 15 días. Es una biblioteca virtual dinámica. Y además, hay otro espacio que es la biblioteca de clásicos, que es permanente. Son los títulos de siempre, pero con un lenguaje actual, con apoyo de ilustradores, dinámicos e interactivos. Allí también descubrieron los audio libros, y eso les encantó. ¿A quién no le gusta que le cuenten cuentos?”, destaca la bibliotecaria.

Al finalizar cada lectura, el usuario lector se encuentra con una “trivia” que propone contestar preguntas sobre el texto. “Les encanta, leen muy motivados para llegar a las preguntas. Y así, van obteniendo medallas. Cada 20 lecturas obtienen un trofeo. Cuando la Fundación cumplía 20 años, se propuso el desafío 20 -20. Se propone que cada chico lea, por año, al menos 20 libros. Y encontraron este sistema para motivarlos, que funciona y mucho”, asegura Virginia.

Campeones

Las familias, en sus casas, se vieron también involucradas con el fenómeno. Con los niños de 10 a 12 años entusiasmados con las tablets y los celulares, pero por primera vez utilizados para leer cuentos y no jugar a cualquier cosa.

“Los niños vienen y piden ayuda, para registrar a padres, tíos y primos. El entusiasmo es contagioso. Mi prima también quiere leer, ¿puede entrar?, preguntan”, y Virginia anota puntos a su listado de satisfacciones.

El impulso fue tan grande, que por segundo año consecutivo fueron alumnos de esa escuela los que ganaron la distinción como “los campeones de lectura” de nuestra provincia. Se trata de un reconocimiento de la Fundación Leer, que busca estimular a los pequeños lectores a superarse dentro de la plataforma.

El primer campeón fue Patricio, en 2018. “Había leído más de 100 libros. Y desde la Fundación se comunicaron con nosotros, para felicitarnos y mandarle a Patricio un diploma y unos libros de regalo. Fue una gran sorpresa. Nos hizo ver el impacto de nuestras actividades, que a veces no se nota tanto”, reconoce la docente.

Con ese premio, la maratón de lectura de ese año fue una gran fiesta. Y los docentes también comenzaron a utilizar más la plataforma, para trabajar textos en las aulas.

Susurradores, cuenteros y campeones en el Doctor Montaña
Susurradores, cuenteros y campeones en el Doctor Montaña

Así, lo que normalmente pasa inadvertido como es la lectura extra clases, pasó a tener una valoración más positiva para maestros, docentes y compañeros. Pero este año, llegó otra sorpresa.

LA CITA

  • “Se trata de Valentín, quien hasta septiembre había leído unos 194 libros. Rompió los récords”, destacó la bibliotecaria.

Desde la premiación de Patricio, Virgnia notó que dentro de la biblioteca se requería un espacio especial para fomentar a los lectores más ávidos.

“Formamos un club de lectura, con un encuentro mensual. Allí hablamos de lo que leyeron, y acompañan el proceso con una bitácora. Despues de cada libro, les proponemos hacer un escrito o un dibujo sobre el tema. Tienen que registrar el título y el autor, y completar con una relfexión. Lo hacen en sus casas, y traen el material para compartir en el Club”, describe Virgnia.

La propuesta es tan sencilla como estimulante. “En este barrio no hay bibliotecas públicas ni populares. Encontraron aquí un espacio, que quizás hubieran tardado años en descubrir – o no lo hubieran hecho nunca- que se abre con tan solo herramientas sencillas y voluntad”, reflexiona.

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“A mi me pasó cuando comencé a estudiar derecho. Veía a la biblioteca desde afuera, no sabía no cómo acércame a pedir un libro. Yo no quisiera que eso les pase a estos chicos, tiene que saber todas las maneras posibles de acceder a la información. Y tener incorporado que el conocimiento está ahí, para ellos. Solo tienen que acercarse”, opinó.

“La lectura es una práctica transversal, sea lo que sea  a lo que se dediquen después. Produce cultura general, amplia la mirada, estimula la curiosidad y la capacidad de aprendizaje, pero también genera empatía y vocación por conocer”, recuerda.

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Corazones grandes

 

Mientras tanto, en el patio, van apareciendo los Susurradores.

“Es una práctica de intervención artística que se difundió en los últimos años por todo el mundo, a partir de “Les Souffleurs Commandos Poétiques”, la movida de “susurrantes” y “susurradores” se extendió por el país como recurso artístico y pedagógico en escuelas, bibliotecas, festivales literarios y espacios públicos.

Surgidos en París en 2001, Les Souffleurs se definen como artistas poetas. En 2016 recorrieron el país durante cuatro semanas e hicieron veinte intervenciones callejeras en quince ciudades. En sus performances fusionan baile, teatro, circo y poesía. Los susurrantes argentinos le aportaron al movimiento global un toque local y artesanal: talleres de construcción de tubos susurradores, de cartón duro, de un metro de largo, como mínimo, intervenidos con dibujos y pinturas. También, el concepto PUP (Pequeño Universo Portátil): un paraguas decorado bajo el cual se narran historias y se recitan poemas a unos pocos participantes.

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“Cuando los alumnos conocieron esto, se prendieron muy rápido. Y así tenemos a nuestros propios susurradores, que buscan acercar a las personas con un vínculo más humano. Piden permiso, colocan el tubo de cartón al oído de otro, y susurran frases y poesías. Se apropiaron del lema: Corazones pequeños, gritan. Corazones grandes, susurran”, dice al final. No descartan que en algún tiempo, se animen a salir por el barrio y las plazas de Corrientes, a susurrar a los transeúntes.