Es sábado a la madrugada y Marce está agachado, de cuclillas. Sus rodillas casi tocan el suelo. Cámara en mano y ojo en el visor, hace un leve movimiento hacia uno de sus costados. Hay una pausa de dos segundos, hasta que dispara: tiene la foto.
En otro sector, Mica busca espacio donde parece no haber. Se escabulle entre mesas, al lado de un árbol o hasta arriba de un muro, donde sea que encuentre la luz, el plano; la foto. Los ojos les brillan cuando miran la pantalla de la cámara y ven la imagen que buscaban. El trabajo está hecho y la vuelta a casa es ya con el sol arriba.
La secuencia se repitió en cualquier año de los últimos ocho, cualquier fin de semana, cualquier tipo de evento y cualquier mes; hasta marzo de este 2020. La rutina cambió, esa rutina que parecía ir a contramano del mundo por días y horarios. Marcelo Silvero y Micaela Zacarías pasaron de sacar 6.000 fotos mensuales a 0: la pandemia haciendo de las suyas y golpeando el bolsillo, y desordenando la vida cotidiana.
“Hasta el inicio de la pandemia teníamos tres eventos por mes aproximadamente, y desde marzo hasta ahora tuvimos un sólo trabajo”. La frase de Marcelo suena demoledora. La suspensión de fiestas y eventos masivos para evitar la propagación del virus obligó a reprogramar las reservas para este año, y la situación sanitaria no parece ser muy alentadora para la vuelta.
Con incertidumbre y la ilusión de que la paralización sea de algunas semanas, el primer golpe no fue tan fuerte. Pero los efectos se empezaron a sentir cada vez más. “Se pospusieron algunos eventos, se reprogramaron y muchos fueron quedando en el camino”, comenta Marcelo. Es que, festejar un cumpleaños varios meses después de la fecha no resultó muy atractivo para las quinceañeras, y así con otros eventos. La maquinaria se paró, y también se enfrío lo que estaba previsto para más adelante hasta llegar a la incertidumbre actual.
El cimbronazo económico para Marce y Mica pudo haber sido peor. Pudieron, justo antes de marzo, vender un vehículo, lo que les permitió afrontar sus gastos estos meses. Pero, lejos de mirarse el ombligo, insisten en que hay muchos colegas que se encuentran en una situación mucho más apremiante. Algunos vendieron sus cámaras y todavía tratan de acomodarse a esta nueva realidad sin eventos, sin trabajo para ellos.
Pero no sólo el bolsillo acusó el golpe. Esa escena inicial de los ojos brillosos por haber conseguido la foto “perfecta” no responde a cuestiones monetarias, sino internas. Captar un momento, una sonrisa, un beso, una lágrima dejó de ser el objetivo en estos meses y así, al menos un poco, dejaron de hallarse. Esos fines de semana sin trabajo dejaron de parecerse a los findes de los últimos ocho años. Esos llenos de emoción y alegría, y ellos encargados de inmortalizarlas. “Qué hacemos, nos preguntábamos los sábados a la noche”, cuentan, desacostumbrados a irse a la cama temprano.
Volver mejores
Dificultades económicas y cambio de rutina generaron, además de las obvias complicaciones, también un escenario propicio para que Marce y Mica emprendan nuevos caminos, aunque no tan nuevos: siempre muy cerca de cámaras y flashes.
“Estamos aprovechando para capacitarnos, haciendo cursos y participando de congresos”. La idea es volver mejores, aprender nuevas cosas y que el regreso sea para ya no parar más. “Las opciones eran deprimirse o pensar en positivo”, aunque reconocen que otros fueron más afectados que ellos. “Es algo que pasó, nos pasó a todos y no lo podemos manejar, pero molestan algunas incoherencias con respecto a las habilitaciones de ciertas actividades, y de otras no”, se animan a plantear.
El regreso a los eventos y a la fotografía es la fecha esperada por esta pareja. Aseguran estar ansiosos, pero también conscientes de que tal vez los cambios que trajo la pandemia sean permanentes, al menos algunos. “Esto cambió, cambió el mundo”.
Detrás de cámara
Aprovechando algo de tiempo libre, Marcelo y Micaela lanzaron una serie de charlas con colegas a través de vivos de Instagram. La idea es justamente dar espacio a los fotógrafos que se encuentran ahora sin poder trabajar, o que lo hacen muy esporádicamente. Pero las conversaciones no apuntan sólo a la coyuntura laboral, económica y sanitaria. Allí se cuentan los inicios de cada uno, anécdotas y otras cuestiones, incluso algunas que no tienen tanto que ver con la fotografía profesional.
Y así esperan, aunque no haya fecha definida, la vuelta a la rutina. Si bien es cierto pasaron meses, no es fácil acostumbrarse a dormir temprano el finde. Tampoco vivir sin eso que no sólo los sostiene económicamente, sino que también les apasiona. La idea es volver, y volver mejorados. El desafío seguir en positivo y buscando alternativas de trabajo y expresión.
El deseo es sacar fotos, captar momentos, sonrisas, lágrimas, otra vez. Para eso, Mica ya está lista para hacerse espacio en lugares casi inaccesibles y disparar. Marce no ve la hora de hacer equilibrio de cuclillas y conseguir esa foto, LA foto. Ambos quieren volver a mirar esa pantalla, y que le brillen los ojos de nuevo.