Escribir desde el dolor, la rabia y la contradicción

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Un poema de Silvina Giganti dice, “del barrio hay que irse sigo diciendo /aunque yo ya me fui”. La lógica de algunos barrios se traslada a los pueblos chicos. Para explicar más su poema, Silvina argumenta que “un barrio es una especie de panóptico, dónde todos están mirando todo. Los tiempos en un barrio son diferentes a los tiempos de una ciudad. El anonimato de una ciudad se pierde o nunca se llega a tener en un barrio, en un pueblo. Además, sobrevuela una especie de moral barrial respecto de las cosas, medio asfixiante, agobiante, sobre todo cuando te autopercibís diferente del resto. Cuando los amigos que ganas por proximidad no tienen las mismas inquietudes, culturales, sexuales, políticas, ideológicas, aspiracionales”.  Algo de todo eso también sucedió con el despegue de nuestra entrevistada con respecto a su pueblo.

Escribir desde el dolor, la rabia y la contradicción

Estefanía Ceballos cuenta que tuvo una primera infancia feliz, alegre, divertida, cargada de emociones, lúdica y rodeada del afecto de su familia más próxima. Pero al ingresar a la etapa de escolaridad entró en cierta contradicción con el mundo exterior. “La etapa de escolaridad no fue sencilla, no me fue fácil el dialogo con los otros, quizás allí tuvo alguna influencia la imagen de mi viejo en el pueblo, una suerte de bicho raro, o tal vez solo fue la concreción de aquello de pueblo chico infierno grande. Pero personalmente afectó mucho mi encuentro con los pares”, desgrana al tiempo que advierte que el afecto familiar estuvo siempre y lo sigue estando hasta el día de hoy.

Escribir desde el dolor, la rabia y la contradicción

Para Estefanía es fundamental el núcleo familiar. “Hace muchos años decidí que el matrimonio civil no es una opción para mí, como tampoco lo es una pareja en la que se deje de encontrar entusiasmo. También decidí no tener hijos, al menos por ahora. Lo cierto es que esas decisiones las mantengo y las refuerzo a medida que pasa el tiempo. Y quizás esa idea de no conformar una familia propia hace que siga unida intensamente al grupo familiar. Este nido está conformado por mis viejos, mi hermano, y hasta hace casi dos años por mis abuelos maternos”, explica mientras suelta las palabras de una en una para dejar en claro su posición y –si acaso fuera posible – subrayarlas en el aire.

— ¿Te sentiste alguna vez sola?

 

Claro que sí, muchas veces. No solo en aquella etapa conflictiva en el pueblo sino a lo largo de la vida. A los meses de cumplir 17 años me fui del pueblo y de la casa de mis viejos. Primero a estudiar a Corrientes, después un tiempo a trabajar en Santo Tome. Luego viví unos años en Buenos Aires hasta que volví a Corrientes capital y ya no me moví más de esta ciudad. Durante ese recorrido muchas veces viví sola, muchas veces entre en intensas contradicciones con el mundo que me rodeaba.

Así que sí, hubo muchos momentos de enfrentarse con la soledad. Por otro lado, no soy de tener muchos amigos de toda la vida o grupos de amigos de la escuela, de la universidad o del posgrado. Fui arrastrando apenas un puñado de amigos a lo largo de los años, sacados de varios de los lugares en los que viví o de los ambientes que frecuenté. Pero siempre estoy rodeada de personas, aunque no sean amigos. No soy para nada solitaria.

Suele suceder que después de vivenciar algo o de ver algo, tengo una sensación de golpe en la boca del estómago.

LA CITA

  • "Todo lo que escribí y escribo esta visceralmente ligado a un dolor, a la rabia, a la contradicción con este mundo"

Se construye desde el cuerpo o a través de él.

Escribir desde el dolor, la rabia y la contradicción

Del otro lado del muro   el

 / silencio

ese roedor nocturno hincando

 / los dientes

desovando lo inasible

 

y se pudre el líquido

vertido del último banquete

 

de este lado del muro

preparamos ungüento

té de manzanilla fresca

y empezamos a olvidar

lentamente

la forma conocida

de nuestra propia sangre.

Desde la boca del estómago

 

Todo parece inmaterial / salvo esta condición de esqueleto esponjoso / equilibrándose sobre un teclado / daría aquí una vuelta de página / rearmar las ganas / construir en otro papel otra ciudad de otros colores / pero la poesía no es más que la continuidad de ese mundo / en el que habitan también mis manos, así escribe Estefanía Ceballos en su poema Escenario, publicado recientemente en el libro Punzantes Ninfas, un libro donde también publicó sus poemas Laura Yasan. Estefanía es poeta, abogada especializada en Derecho Penal y gestora cultural. Entre los muchos ciclos de poesía que realizó el más reciente fue Tenemos Visita, junto al poeta Tony Zalazar, donde destacados poetas del país eran invitados a Corrientes y Resistencia para compartir un espacio de lectura y música. Quizás en otra ocasión abordamos esos costados como el Derecho Penal o la gestión cultural, sin embargo, hoy hablamos de literatura.

 

— Vamos a concentrarnos en tu universo poético, ¿cuál es la lista de autores de poesía a los que siempre volvés?

 

Vuelvo siempre a Olga Orozco, Alejandra Pizarnik, Irene Gruss. Después mi lectura es muy caótica, todo el tiempo estoy conociendo poetas nuevos que me fascinan.

 

— ¿Cómo llegas a las lecturas de poesía?

 

A los poetas que me gustaron, después de una primera lectura, generalmente recurro tratando de conseguir libros, buceando por internet, ya que en la zona es complicado conseguir libros de poesía. Los libros de poesía también me llegan por mi viejo, cada vez que viaja a una ciudad grande sale a comprar libros y me regala alguna cosa que encontró, otras veces encuentro algo en su biblioteca de Alvear. Cuando me sobran unos pesos, compro algo en las librerías.

No leía poesía de chica. Mi lectura (esporádica) era más narrativa que poética. Recién cuando terminé la universidad me metí de lleno en los libros de poesía. Pero sigo leyendo mucha narrativa también.

Escribir desde el dolor, la rabia y la contradicción

— Entrando ya en tu escritura, tomando algo del prólogo del libro, Laura Yasan dice que escribís con todo el cuerpo. Me gustaría contradecirla. Hay una parte de tu cuerpo que escribe más, ¿cuál es?

 

Lo que puedo decir es donde golpea, aunque no me pasa con todo lo que escribo. Pero suele suceder que después de vivenciar algo o de ver algo, tengo una sensación de golpe en la boca del estómago. Me pasó mucho con La grieta, mi primer libro, por ejemplo. Pero creo que Laura allí se refiere a que la poesía en mi caso, antes de escribirse, me atraviesa. Se construye desde el cuerpo o a través de él. Es cierto, todo lo que escribí y escribo esta visceralmente ligado a un dolor, a la rabia, a la contradicción con este mundo. Esa forma de ser de la poesía en mi caso me lleva también a una relación de amor odio constante con lo que hago o hice, que es irresoluble.

 

— ¿Cuándo aceptaste o percibiste que el camino de la poesía era el tuyo?

Probablemente haya empezado en Buenos Aires, no recuerdo ningún grado de consciencia previa, aunque ya escribía desde hacía muchos años. Tampoco antes frecuentaba gente relacionada con la poesía con la que pudiera compartir nada, salvo el mundo de mis viejos, pero no uno propio. Fue recién en Buenos Aires donde toda esa identidad empezó a formarse y con ella la conciencia de la poesía. Pero la aceptación o el fin del conflicto entre mis dos mundos (uno marcado por el Derecho y otro por la poesía) fue hace muy poco tiempo, incluso después de la publicación de mi primer libro.

 

— Si pensaras una lectora o un lector, quién es el lector que imaginas.

 

Supongo que en uno que comparta mis gustos por la poesía, una estética de la vida, algo así. No pienso en quien me leerá cuando escribo, pero uno siempre tiene algunos cuidados, digamos estéticos, para aproximarse a la voz poética que uno siente como propia.

 

— Encontraste tu voz poética.

Intuyo que si. Evidentemente hay una forma de decir las cosas que siento que me identifica. Aunque siempre estoy buscando nuevas formas. A veces llegan solas o por fuerza de lo que escribo. Hace un tiempo vengo trabajando en un libro nuevo en el que descubrí una voz un poco diferente. En ese libro trato sobre la ausencia de mi abuela, y quizás eso haya determinado una voz un poco diferente.

 

— En el último tiempo estás más activa con la fotografía, ¿te gusta ese lenguaje?

 

Si, la fotografía me apasiona. También empecé con eso en Buenos Aires. Un tiempo conviví con una fotógrafa que trabajaba con fotografía analógica. Tenía una habitación dentro de su taller. Desde el primer contacto con ese mundo quedé cautivada. Nos dedicábamos al revelado por las noches para evitar al máximo la entrada de luz al espacio. Después de acomodar las bandejas con los líquidos y de acondicionar todas las herramientas, apagábamos la luz y todo se hacía en la oscuridad absoluta. Así que había que ir un poco adivinando y sintiendo los olores para avanzar en el proceso. Un poco como con la poesía. Capaz es esa similitud la que me gusta, no solo en el proceso de revelado, sino también en la composición de la imagen. Uno puede trasmitir lo mismo con una fotografía que con un poema. Tiempo después me compré una cámara digital y empecé a jugar. Aprendí lo básico de la técnica y con eso fue suficiente para lo que buscaba. Pero nunca me perfeccioné técnicamente.

 

— ¿Te conmueven al mismo nivel?

En algunos casos sí. Recuerdo cuando descubrí a Raota, por ejemplo, llegué a niveles de conmoción similares a los que me tengo cuando leo un texto que me gusta.

 

 

Allí detrás de la puerta

el árbol de la infancia

/ reclamando nuestras voces

las piedras sueltas de la vereda

/ que mi hermano olvidó acomodar

el césped confundiéndose entre

/ los yuyos y las hojas prematuras

/ de este otoño

 

Pero claro    el otoño ahora será

/ asfixia

silencio

el sueño de un equilibrio universal

y sin embargo     hoy pienso en el

/ árbol de mi infancia

en la vereda   en el césped

como lo inalcanzable.

 

 

 

Valiente y extraordinaria

 

Cuando Estefanía Ceballos se detiene en un lugar a leer poesía es un fulgor en palabras. Sabe escoger qué leer y cómo leer, “desde que tengo memoria papá me leía y supongo que desde ahí encontré un tono para la lectura”, deslizó. Es fácil tentarse hablar de su belleza, sin embargo mientras termina estas líneas encontré este poema de la poeta canadiense Rupi Kaur que me llevó a volcar la mirada sobre su otra belleza. Rupi dice:

Quiero disculparme con todas las mujeres a las que llamé lindas

siento haber hecho sonar como si

algo tan simple como aquello con lo que naciste

es todo lo que tienes para estar orgullosa

cuando has roto montañas con tu ingenio.

De ahora en adelante diré cosas como

eres valiente o eres extraordinaria

no porque no piense que eres bella

sino porque necesito que sepas

que eres más que eso.